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El Sevilla se desquitó esta noche a lo grande. Eran tres los encuentros que encadenaba el equipo sin ganar, dando además, sobre todo fuera de casa, una imagen desangelada que provocó la indignación de muchos, incluso del propio Míchel, que no pudo ocultar su enfado en el post partido de San Mamés. Y el mensaje tuvo su efecto, las palabras del entrenador tocaron al amor propio de sus pupilos. Sólo así se entiende el arrollador e inolvidable inicio de partido que protagonizaron. En este caso, podríamos decir que una jugada vale más que mil palabras. Y esa jugada fue la primera del encuentro. El Betis saca de centro, el Sevilla se lanza en tromba, presiona, el balón llega a Adrián, que despeja mal, Reyes intercepta el cuero, avanza y con un zurdazo severo desencadena la locura que está por llegar. Fue pasar por encima, y lo siguiente. Y, tal vez, lo siguiente de lo siguiente.

 Literalmente, el Sevilla se zampó a su contrario. En el primer cuarto de hora exhibió un verdadero recital de furia y ataque. Porque el Sevilla atacaba desde el coraje y el Betis, incapaz, no sabía sujetar sus poderosas andanadas. En el minuto 6 Fazio ya había hecho el segundo, con un cabezazo formidable al bote de una falta medida de Rakitic. Ahí comenzaba a cerrarse el trío de triunfadores de una noche de triunfo general. Porque si Reyes y Fazio marcaron los cuatro primeros goles, el croata fue quien sacó el violín e impartió el ritmo de la excepcional sinfonía colectiva de los de Nervión.
 l repaso fue tal, que tras el segundo pudo llega de inmediato el tercero, gracias a una contra habilitada por un inteligente servicio de Reyes, que acabó en un remate de Negredo, con Adrían superado, que se fue lamiendo el palo izquierdo rival. Ahí estaba la sentencia, pero en una choque donde el vendaval sevillista era irreprimible, sólo era cuestión de tiempo. Reyes a bocajarro vio como en el 25 Nelson sacaba en la línea su disparo, pero no tuvo tantas contemplaciones poco después, cuando machacó a la red el rechace de un cabezazo de Negredo que se había estrellado en el larguero, tras pase de Cicinho. El festival en el primer tiempo todavía no era pleno, porque quedaba el cuarto, cortesía de Fazio, que de nuevo se impuso en el cielo del Sánchez Pizjuán y batió a un cariacontecido Adrián, aprovechando un excepcional centro de Reyes. Otra vez Reyes.

 El primer acto fue apoteósico e irrepetible. La intensidad que puso el Sevilla en el campo reventó el derbi y no dio opciones a un Betis, que no hizo su primer disparo a puerta hasta media hora del final. Los verdiblancos lograron recortar distancias, gracias a Rubén Castro, pero el choque había acabado mucho antes, algo que sabían todos los protagonistas de la que estaba siendo una noche memorable. No obstante, algunos se empeñaron en poner la guinda al pastel, especialmente Rakitic, que perseguía cada balón como si fuera el último. Y encontró premio el mediocentro, ya en el descuento, ajusticiando a Adrián, tras quedarse solo merced a un elgante taconazo de Navas, otro que no cesó de correr en todo el partido

 El quinto culminó un partido sublime, en el que el Sevilla fue un ciclón que arrasó con todo lo que se le puso por delante. Choques como estos dejan claro que hay madera, que hay recursos, que este equipo, cuando juega con alma, tiene muchas cosas que decir. Pero hay que jugar con alma, con esa rabia y fuerza que multiplica las virtudes y difumina los defectos. El Sevilla una vez más puso luz en su camino. Y lo hizo con brillantez, con una contundencia añorada, con una vehemencia que en el fútbol casi siempre equivale a triunfo. Fútbol, fútbol del bueno, mordiendo, a un ritmo trepidante que destrozó todas las expectativas, tanto de unos como de otros. No fue lo soñado, fue algo, bastante, más.