Se levantó otra vez el Sevilla, pero conviene repasar la lección. La sacudida de reivindicación por el 5-1 en el derbi produjo un efecto contrario que aguó de tal manera el explosivo punto de inflexión de humillar al eterno rival, que en el estreno de 2013 para los de Nervión sólo podía hablarse de urgencias. No había más tutía que ganar, como el día del derbi para abjurar de la tendencia a la irregularidad e insustancialidad del equipo tras San Mamés, y de manera agónica se consiguió, pero lo de anoche no es el fin sino el principio. Sumar otra serie de cinco encuentros sin ganar con un sólo punto, como tras la goleada del derbi, no haría sino convertir a rivales como el de ayer en competidor directo para la permanencia, y por ello conviene mantener el impulso, ganar en lo futbolístico mientras se sigue trabajando esas entrega, decisión e intensidad que contra el Osasuna al menos sirvieron para salvar el match ball.
Se pone fin con este triunfo a una racha de ocho puntos de 36 y a la comentada de uno de los últimos 15. Se recobra, dentro de esa agonía que debe ir cediendo al mejor manejo de los tiempos que traerá la falta de presión, la buena marcha en el Sánchez-Pizjuán, donde habían obtenido el mayor botín los dos últimos visitantes. Y se mira al futuro inmediato con varias notas que deben ejercer de viento en las velas: la semana no debe tener incidencia en el apartado de desgaste por cuanto lo del jueves en la Copa será un trámite (0-5 en la ida en Mallorca) y sí debe valer para que el refuerzo, Stevanovic, no sólo reciba el tránsfer sino que se integre en la dinámica de trabajo de Míchel. Mestalla en la Liga será la reválida.
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